Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 2 de mayo de 2018

La Cruz es necedad para unos y sabiduría para otros


San Pablo afirma que la Cruz, cuando es acogida en la fe, nos da la vida eterna. Pero también advierte de que puede ser rechazada, e incluso despreciada: “La Cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan es fuerza de Dios. Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles” (1Cor 1,18-23). 

Lo que quiere decir san Pablo es que las personas religiosas de su época (los judíos) buscaban milagros, favores de Dios, pero rechazaban que Dios se hiciera pobre y débil hasta morir por amor. Por su parte, los que se tenían por científicos y sabios (los griegos) buscaban que Dios los iluminara en su camino de conocimiento del mundo, pero les parecía una necedad que Dios se hubiera hecho pequeño, que fuera capaz de sufrir y que se revelara a los ignorantes.

En la Cruz, Cristo nos conquistó la libertad. En la Cruz murió perdonando y pidiéndonos que perdonemos a nuestros enemigos. En la Cruz nos enseña a amar hasta el sacrificio. Desde la Cruz, finalmente, nos dice que nuestra vida no termina en el sepulcro, porque hemos sido creados para la vida eterna. 

La Cruz está presente en numerosos escudos (como el del Barça) y banderas (como las de Inglaterra, Noruega, Suecia y Suiza), porque forma parte de la historia de Occidente. La encontramos en el remate de las coronas reales, en los cruces de caminos y en la mayoría de nuestros museos (sea en pintura o en escultura). 

Para algunos de nuestros contemporáneos es solo un elemento decorativo, que pertenece a la historia, igual que otras realidades, que también forman parte de nuestro patrimonio cultural, independientemente de su significado original. Así todos valoramos las esculturas romanas antiguas, por ejemplo, aunque no creamos en los dioses a los que representan. También admiramos las torres y murallas de nuestros castillos, aunque ya no cumplan la función defensiva para la que se edificaron. 

Para los cristianos, la Cruz es mucho más que un adorno o un elemento cultural. Sigue siendo el signo de la salvación que Dios nos ofrece. Millones de personas en el mundo entero encontramos en ella la fuerza para nuestro caminar y el consuelo en nuestros sufrimientos.

Por eso, a los cristianos nos duele el odio que a veces se manifiesta hacia la Cruz y hacia lo que esa representa. Algunos querrían eliminarla totalmente de los espacios públicos, ya que a Cristo no lo quieren ver ni en pintura, ni vivo ni muerto.

En España ya se presentó una polémica similar en 1931. Por entonces, en respuesta a la misma, escribió Miguel de Unamuno: “¡La presencia del crucifijo en las escuelas no ofende a ningún sentimiento, ni aún al de los racionalistas y ateos. Y el quitarlo ofende al sentimiento popular, hasta el de los que carecen de creencias confesionales. ¿Qué se va a poner donde estaba el tradicional Cristo agonizante? ¿Una hoz y un martillo? ¿Un compás y una escuadra? ¿O qué otro emblema confesional? Porque hay que decirlo claro y de ello tendremos que ocuparnos: la campaña es de origen confesional. Claro que de confesión anticatólica y anticristiana. Porque lo de la neutralidad es una engañifa”. 

Creo que no hace falta añadir nada a lo que escribió el gran Unamuno. A pesar de que han pasado casi cien años, sus palabras siguen siendo actuales. Amigos, que nuestro amor por la Cruz de Cristo crezca cada día. Amén.

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