Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

martes, 13 de diciembre de 2022

La «noche oscura» de san Juan de la Cruz


Cuando se habla de «noche oscura» se piensa espontáneamente en san Juan de la Cruz. Son muchos los autores que insisten en que es su símbolo más logrado, en el que confluyen numerosas lecturas, la propia experiencia personal (física y espiritual) y la reflexión sobre las vivencias de otras personas que le abrieron su corazón buscando en él ayuda y consejo (sin duda, la más significativa es santa Teresa de Jesús).

Sorprende comprobar la actualidad de su mensaje. En el año 2000 se publicó un volumen de bibliografía sanjuanista con 6328 títulos de biografías, estudios textuales, históricos, doctrinales, litúrgicos… Allí se puede comprobar que el argumento de la noche es uno de los más estudiados.

Benedicto XVI, hablando del Santo, se preguntaba: «¿Tiene algo que decirnos también a nosotros, al cristiano normal que vive en las circunstancias de esta vida de hoy, o es un ejemplo, un modelo solo para pocas almas elegidas que pueden realmente emprender este camino de la purificación, de la subida mística?». 

Y respondía que es su experiencia personal del sufrimiento, la íntima relación entre su doctrina y su vida lo que da credibilidad a su mensaje y lo hace actual para un mundo que busca testigos antes que maestros, tal como decía Pablo VI.

El símbolo de la «noche oscura» está en relación con la imagen bíblica del camino por el desierto. Ambos pueden ser identificados con las experiencias de sufrimiento físico, psicológico o moral: la pobreza, el hambre, la soledad, el amor quebrantado, la depresión, el silencio de Dios… 

Así lo interpretaba san Juan Pablo II que, como todos conocen, hizo su tesis doctoral sobre La fe en san Juan de la Cruz y que le dedicó numerosas referencias en sus escritos e incluso una carta apostólica titulada "Maestro en la fe", firmada el 14 de diciembre de 1990:

«El doctor místico llama hoy la atención de muchos creyentes y no creyentes por la descripción que hace de la noche oscura como experiencia típicamente humana y cristiana. Nuestra época ha vivido momentos dramáticos en los que el silencio o ausencia de Dios, la experiencia de calamidades y sufrimientos, como las guerras o el mismo holocausto de tantos seres inocentes, han hecho comprender mejor esta expresión, dándole además un carácter de experiencia colectiva, aplicada a la realidad misma de la vida y no sólo a una fase del camino espiritual. La doctrina del Santo es invocada hoy ante ese misterio insondable del dolor humano. […] Sufrimientos físicos, morales o espirituales, como la enfermedad, la plaga del hambre, la guerra, la injusticia, la soledad, la carencia del sentido de la vida, la misma fragilidad de la existencia humana, la conciencia dolorosa del pecado, la aparente ausencia de Dios son para el creyente una experiencia purificadora que podría llamarse noche de la fe. A esta experiencia Juan de la Cruz le ha dado el nombre simbólico y evocador de noche oscura, con una referencia explícita a la luz y oscuridad del misterio de la fe». 

Es verdad que el símbolo de la noche (como cualquier otro) ofrece múltiples posibilidades de interpretación y que el mismo Juan de la Cruz no hace una lectura unívoca del mismo, sino que lo modela continuamente, iluminándolo en cada caso con nuevos matices. Pero queda claro que en los escritos sanjuanistas todas las interpretaciones de la noche se mueven en el ámbito de la fe y de la purificación, en el camino hacia la unión con Cristo y la participación en su vida.

En los escritos sanjuanistas, el primer significado de la «noche oscura» es siempre el de la fe, no porque el contenido de la fe (Dios) sea oscuro, sino porque su exceso de luz excede nuestras capacidades. El Santo insiste en que así como podemos ver los objetos de nuestro entorno iluminados por la luz del sol, pero no podemos mirar directamente al astro rey porque su brillo nos deslumbra, así podemos comprender las obras de Dios (la creación y la historia de la salvación), pero Dios es más grande que todas sus obras y permanece siempre por encima de nuestras capacidades. Por eso debe ser siempre acogido en la fe.

En este sentido, todo el camino espiritual se debe hacer siempre en la «noche» (de la fe). Así lo canta, por ejemplo, en el poema La Fonte, en el que confiesa que conoce dónde se encuentra la única fuente de agua viva que puede saciar la sed de felicidad que arde en el corazón del hombre. Una fuente que no tiene origen, con tres corrientes de agua (la Santísima Trinidad) que se esconden en la eucaristía, y a la que hay que acercarse guiados solo por la fe.

En este primer sentido, la «noche oscura» no es una etapa de la vida espiritual, sino que la acompaña en todo momento, ya que se identifica con la fe. De todas formas, lo más original de la doctrina sanjuanista sobre la noche hace referencia al proceso de unión del hombre con Cristo. De eso hemos hablado en otras ocasiones. ¡Feliz fiesta de san Juan de la Cruz!

No hay comentarios:

Publicar un comentario