Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 4 de febrero de 2017

Vivir según el domingo


San Ignacio de Antioquía, a finales del siglo I, en polémica con el judaísmo, contrapone los que viven según el sábado y los que viven según el domingo.

Para él no se trata de un simple dato cronológico, sino de distintas maneras de comprender la existencia y de relacionarse con Dios: «Los que vivían según el antiguo orden de las cosas se han abierto a una esperanza nueva, no celebrando ya el sábado, sino viviendo según el día del Señor, en el que nuestra vida ha sido enaltecida». 

La vida conforme al domingo supone una existencia renovada por el encuentro con Cristo, dejando que la eucaristía transforme la existencia cotidiana del creyente, su modo de vivir y de pensar. 

Efectivamente, el cristiano puede y debe «vivir según el domingo», lo que significa desarrollar una forma eucarística de la vida cristiana. Quien participa en la eucaristía, comulga con la donación de Cristo hasta la muerte, lo que le exige vivir como él.

Estas enseñanzas patrísticas han sido recuperadas en el Magisterio de los últimos tiempos: «En resumen, la invitación de san Ignacio subraya también el valor paradigmático que este día santo posee con respecto a cualquier otro día de la semana. En efecto, su diferencia no está simplemente en dejar las actividades habituales, como una especie de paréntesis dentro del ritmo normal de los días. Los cristianos siempre han vivido este día como el primero de la semana, porque en él se hace memoria de la radical novedad traída por Cristo. Así pues, el domingo es el día en que el cristiano encuentra aquella forma eucarística de su existencia que está llamado a vivir constantemente. “Vivir según el domingo” quiere decir vivir conscientes de la liberación traída por Cristo y desarrollar la propia vida como ofrenda de sí mismos a Dios, para que su victoria se manifieste plenamente a todos los hombres a través de una conducta renovada íntimamente» (Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis, 73).

Esta existencia conforme al domingo se manifestó admirablemente entre los primeros creyentes. Podemos recordar el ejemplo de los 49 cristianos de Abitinia que, durante la persecución de Diocleciano, fueron sorprendidos mientras celebraban la eucaristía dominical y sufrieron el martirio por ello. Cuando el procónsul les comunicó que perdonaría sus vidas si renunciaban al culto cristiano, le contestaron: «Sin el domingo no podemos vivir». Este debería ser el lema de todos los cristianos.

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