Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 14 de octubre de 2016

Santa Teresa prefiere las virtudes a las penitencias


Santa Teresa de Jesús insistía en la práctica de las virtudes, en la identificación con Cristo y con sus sentimientos, en la unión amorosa con él. Por eso, la austeridad y la ascesis se deben hacer con moderación y suavidad, «apretando más en las virtudes que en el rigor, que este es nuestro estilo».

Este es un tema que se repite en sus escritos y que no se cansa de recomendar a monjas, frailes y seglares: 

«Entienda, mi padre, que yo soy amiga de apretar mucho en las virtudes, mas no en el rigor, como lo verán por estas nuestras casas» (Carta al P. Ambrosio Mariano, 12-12-1576); 

«Adonde hay tanta virtud no es menester apretar nada» (Carta a las carmelitas de Soria, 28-12-1581); 

«No me parece bien lo que dice de levantarse por la noche [para orar…]. De ninguna manera se levante, por más fervor que sienta. […] En el dormir vuestra merced, digo y aun mando que no sean menos de seis horas. Mire que los que ya tenemos edad debemos cuidar estos cuerpos para que no derruequen el espíritu» (Cartas a su hermano Lorenzo, 02-01-1577 y 10-02-1577). 

La austeridad de vida no debe ser un fin en sí mismo, sino un medio para centrarse en lo esencial, sin dispersiones.

En este tema, la postura de Teresa contrastaba con la opinión mayoritaria de la sociedad de su época, que proponía como modelo de conducta a las personas penitentes. 

Entre ellas, destacaba una: la noble Catalina de Cardona, hija del virrey de Nápoles, que fue guardiana de las damas de la reina y aya del príncipe D. Carlos (hijo y heredero de Felipe II) y de D. Juan de Austria (hermanastro del rey). 

Sus penitencias y excentricidades eran conocidas por todos: como una nueva santa María Egipciaca (con la que la comparaban sus contemporáneos), vivía en una cueva, sin lavarse ni cambiarse de ropa, dormía en el suelo, bebía agua sucia, comía hierbas del campo y pan enmohecido. Su cueva, cerca de la Roda, era meta de continuas peregrinaciones.

Santa Teresa también quedó momentáneamente fascinada por su austeridad, aunque pronto comprendió que ese no era el camino que el Señor quería para ella y sus monjas, tal como ella misma confiesa: 

«Estando pensando una vez en la gran penitencia que hacía doña Catalina de Cardona y cómo yo pudiera haber hecho más, según los deseos me da alguna vez el Señor de hacerlo, si no fuere por obedecer a los confesores, que si sería mejor no les obedecer de aquí adelante en eso, me dijo: “Eso no, hija; buen camino llevas y seguro. ¿Ves toda la penitencia que hace? En más tengo tu obediencia”» (CC 20).

Para comprender que la propuesta de doña Catalina era más apreciada que la de santa Teresa en muchos ambientes, basta ver los documentos producidos por los primeros carmelitas descalzos. 

Francisco de santa María, por ejemplo, dedica más de 60 páginas a contar la vida y milagros de Catalina en su Crónica del Carmen. Reforma de los descalzos de Nuestra Señora del Carmen de la primitiva obediencia (libro IV, capítulos I-XX) y Tomás de Jesús y Juan de la Miseria, el retratista de santa Teresa, también escribieron sendas biografías suyas mucho antes de que nadie escribiera la de santa Teresa. 

Hay un testimonio que nos puede ayudar a comprender algo de la novedad que supuso la propuesta de santa Teresa y lo incomprendida que fue incluso por muchos de sus compañeros. Se trata de un memorial escrito por Ángel de San Gabriel con vistas al proceso de beatificación de la famosa Catalina de Cardona. 

Hablando de ella, escribe: «El mayor milagro y testimonio de la santidad de nuestra ermitaña es haber seguido más el rigor del espíritu y penitencia de los frailes descalzos que no la suavidad de la madre Teresa», y añade que la misma Catalina afirmaba: «Funde la madre Teresa de Jesús monasterios de monjas enhorabuena, que Dios no me llama a mí sino para fundarle de frailes. Yo pedí a Dios frailes que continuasen los servicios que yo le hacía en la vida eremítica».

En cierto momento le llegó a la madre Teresa un «reto» por parte de los frailes descalzos de Pastrana (grandes amigos y admiradores de doña Catalina), que le proponían un «torneo a lo divino». Ellos se ofrecieron a ejercitarse en rígidos ayunos y en penitencias corporales y retaban a las monjas a hacer lo mismo. 

En el Desafío Espiritual la madre responde que con esas condiciones no aceptan el reto: «Habiendo visto el Cartel, pareció que no llegarían nuestras fuerzas a poder entrar en campo con tan valerosos y esforzados caballeros». 

Ella comienza irónicamente, recomendándoles que salgan de sus cuevas y vivan en contacto con el mundo, que el mantenerse fieles en ambientes hostiles es más difícil que huir del contacto con los hombres y con sus problemas. 

Por último, les propone desviar su ímpetu penitencial hacia la práctica de las virtudes, centrando su atención en la contemplación de Jesús y de María y en la imitación de su manera de pensar y de vivir: humildad, paciencia, resignación, obediencia, amor... 

Esas son las obras que ella y sus monjas están dispuestas a ofrecer en el torneo. Una propuesta que entusiasmaba a algunos, pero que fue ignorada y despreciada por otros.

Texto tomado de mi libro "De la rueca a la pluma. Enseñanzas de Santa Teresa de Jesús para nuestros días". Burgos 2015. Aquí tienen el enlace a la editorial.

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