Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 12 de noviembre de 2021

¡Qué de santos tenemos en el cielo que trajeron este hábito!


Santa Teresa de Jesús, hablando de los que nos precedieron en el Carmelo, escribió: «Pongan siempre los ojos en la casta de donde venimos, de aquellos santos profetas. ¡Qué de santos tenemos en el cielo que trajeron este hábito! Tomemos una santa presunción, con el favor de Dios, de ser nosotros como ellos» (Fundaciones 29,33).

En otro lugar, dice: «Todas las que traemos este hábito sagrado del Carmen somos llamadas a la oración y contemplación, porque este fue nuestro principio, de esta casta venimos, de aquellos santos padres nuestros del Monte Carmelo, que en tan gran soledad y con tanto desprecio del mundo buscaban este tesoro, esta preciosa margarita de que hablamos» (5 Moradas 1,2).

En el libro Glorias del Carmelo, del siglo XVII, se puede leer: «¿Quién será capaz de contar los infinitos santos que ha dado al cielo esa Orden siempre magnífica, siempre grande, siempre santa? Al guarismo y a la contabilidad misma exceden, y para decirlo de una vez, necesario fuese el poder reducir a expresión las estrellas del cielo para poder decir cuántos son los santos que ha producido el Carmelo».

La peculiaridad de los santos carmelitas es que muchos han sido también grandes escritores, que han enriquecido a la Iglesia con su doctrina. Por eso, Thomas Merton escribió: «No hay miembro de la Iglesia que no deba algo al Carmelo».

Los santos de la Orden son un ejemplo y un estímulo para los que hoy pertenecemos a ella por distintos vínculos (frailes, monjas, consagrados, seglares). Pidamos al Señor que el Carmelo siga siendo una escuela de santidad.

Podemos orar con los siguientes himnos, tomados de la liturgia carmelitana:

Carmen de nuestra Señora,
al despuntar la alborada,
canta música callada
en tu soledad sonora.

Hoy los carmelitas santos
nos dan a la amanecida
sus ideales de vida
a cambio de nuestros cantos.

Teresa con su sencillo
Camino de perfección
nos guía por la oración
y virtudes al castillo.

Desde el eterno horizonte
san Juan de la Cruz enseña
dónde llega quien se empeña,
por la subida del monte.

Nimbada de la fragancia
de sus rosas, Teresita
a seguirla nos invita
por el camino de infancia.

Los santos que en soledad
fueron de Dios por entero
nos descubren el sendero
que va a la interioridad.

Los que emularon el celo
de Elías y de Teresa
nos convocan a la empresa
misionera del Carmelo.

Tributemos homenaje
de amor a la Trinidad
que hizo a María heredad
y honor de nuestro linaje. Amén.

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Cantamos vuestro triunfo, carmelitas celestes,
soldados valerosos de Cristo coronados,
que limpios de las tristes, pesadas armaduras,
inmarcesiblemente pobláis los altos campos.

¡Mártires, escuadrones de mártires purpúreos;
las bocas entreabiertas, la palma entre las manos!
¡Vírgenes, caminantes ejércitos de vírgenes,
que perfumáis los aires con un vestido blanco!

Y ¡vosotros, también, anacoretas,
terror de los demonios, lirios ensangrentados,
que en remotos silencios, admirados de fieras,
sin rozar las ciudades volabais a los astros!

¡Oh pueblo luminoso! ¡Carmelo innumerable!
A vosotros, las fijas estrellas sin ocaso,
nosotros, peregrinos de las noches oscuras,
os pedimos la lumbre, ¡celestiales hermanos! Amén.

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Padre celestial, te pedimos que nos asistan con su protección la Santísima Virgen María, nuestra Madre, y todos los santos de la familia del Carmelo, para que, imitando con fidelidad sus ejemplos, sirvamos generosamente a tu Iglesia con la oración y la vida apostólica. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

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