Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 25 de septiembre de 2021

¿Quiénes son «los nuestros»?


El evangelio del domingo 26 del Tiempo Ordinario, ciclo "b", comienza con algo que Juan dice a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros» (Mc 9,38). 

Hemos de darnos cuenta de que Juan no habla en nombre propio, sino del grupo: «Hemos visto... le hemos querido impedir... no es de los nuestros...»

Jesús le manifiesta su desacuerdo con lo que han hecho sus discípulos. Los cristianos no deberían rechazar a nadie porque «no es de los nuestros», porque «no piensa como nosotros». El cristianismo es una religión inclusiva, en la que hay sitio para todos.

A Jesús le acusaron muchas veces de ser amigo de los pecadores y de comer con ellos. Él busca la oveja descarriada y no rechaza a nadie, tampoco a los que no aceptan su mensaje. Hace una propuesta de vida eterna y respeta la libertad de cada uno para acogerla o rechazarla, advirtiendo de las consecuencias que tiene una actitud y otra: 

- Él es la luz, por lo que, si lo acogemos, seremos iluminados. Pero, si lo rechazamos, permaneceremos en las tinieblas.

- Él es la resurrección y vida, por lo que, si lo acogemos, tendremos vida eterna. Pero, si lo rechazamos, permaneceremos en la muerte.

Su propuesta está clara, pero él no se impone a nadie, y dice: "El que quiera ser mi discípulo, que se venga conmigo".

Los discípulos pretendían imponer su fe y rechazar a los que eran distintos. En realidad, disfrazaron de fe y de fidelidad a Jesús y a su Iglesia lo que en realidad era miedo a la diversidad y a la competencia.

Lo mismo le pasó a Josué en la primera lectura (Núm 11,25-29). No es que quería defender la fidelidad a Dios o a Moisés prohibiendo profetizar a los que creía que no eran dignos. Lo que quería en realidad era controlar a los otros, decidir por ellos, por eso no aceptaba que profetizaran los que no habían hecho las cosas como él se esperaba.

Jesús condena a los que escandalizan con sus intransigencias a los pequeños, a los débiles. Rechaza a los que cierran la puerta de la salvación a los que no son «de los nuestros».

El Señor nos conceda un corazón misericordioso como el suyo, paciente, comprensivo y servicial hacia todos, también hacia los que son distintos y no se comportan como nosotros deseamos. Amén.

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