Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 31 de julio de 2015

Beatriz del Amado: «El viaje a Asia que me devolvió a Roma»


Muchas cosas podría decir yo sobre mi amiga Beatriz Grifol: música, orante, enamorada de Dios y evangelizadora. Saca música de guitarras, vasijas de barro, caparazones de tortugas y de cualquier otra cosa que cae en sus manos. Compone cantos para el Señor y para los hermanos. Tiene musicalizados los himnos del breviario y mil canciones más... He hablado de ella en otras ocasiones, como en esta, en la que recojo un video suyo cantando. Hoy les propongo el texto de un artículo que ha escrito Ester Hernández para la revista «Megamorfosis» de la comunidad Siervos de Cristo Vivo de Santo Domingo.

El Señor llegó a mi vida a través de varios viajes a India y a Nepal. Con ellos volví a conectar de nuevo con la profundidad de Dios, de la que puedo decir que nunca dejé de sentir, pues de lo que me aparté fue de la Iglesia Católica, como tantos cientos de jóvenes. Volver el rostro a la Iglesia es uno de los tantos frutos que estos viajes me regalaron. Puedo decir que los hindúes, la fe de todo un pueblo necesitado, me devolvieron a la Iglesia Católica. 

CONCIENCIA DE LO DIVINO

La situación en España es que Dios está anulado por la sociedad, pero también muchas veces el Espíritu Santo está ahogado por la propia Iglesia. Parece que ahora empezamos a despertar aquí.

En India y Nepal lo que más me impresionó fue ver a tanta gente orando a sus dioses, que son cientos. Me impresionó este «fenómeno orante» que veía en todas las personas, esa capacidad de ponerse en manos de Dios por todos lados. Las calles estaban llenas de la presencia de «alguien» más allá. Eso me ayudaba a volver al rostro a Dios, a pensar en él, y a sentirme envuelta en una ola de espiritualidad muy grande.

COMO SI ESTUVIERA DE VIAJE

A mi regreso de India y Nepal, lo primero que hice fue entrar en una Iglesia pequeña de un pueblo. Estaban rezando el rosario del entierro de la abuela de una amiga. Apunté cada detalle de esa oración que escuchaba y me decía para mis adentros «míralo todo como si estuvieras de viaje, no los juzgues, si estuvieras en India no te irías, te quedarías a contemplarlo, a vivirlo, a escucharlo».

A partir de ese día, se abrió una búsqueda de Dios en mí más profunda. Buscaba sus textos sagrados, como había leído alguna vez de otras tradiciones espirituales; el lenguaje era un impedimento y tenía que ir traduciendo a cada rato. Poco a poco recordé viejas canciones de cuando iba a la parroquia y estaba en el grupo de jóvenes de Gandía. Y así comenzó el viaje de «regreso a casa».

LA METAMORFOSIS

Había estudiado y trabajado en músicoterapia. También como profesora de talleres creativos y diferentes lenguajes expresivos, con niños, jóvenes, etc. Tenía abiertas, a través de nuestra asociación, básicamente tres líneas: educación, terapia y animación, pero pronto sentí la necesidad de dejar todo eso, y dedicarme a otro trabajo: La oración. Mi respuesta a todo lo que había vivido en la India y Nepal fue la oración y unir mi vida a esa sencillez y pobreza que vislumbraron mis ojos: «mantener el contacto con Dios en mi vida». 

El Dios que me habían mostrado los pobres en la India, la gente sencilla de los poblados de las montañas de Nepal, en la ruta de la «Rueda de los Annapurna», los niños correteando por las calles descalzos, sin casi nada que comer, la familia de Jidbadur viviendo en el poblado de Sauraha en una pequeña chocita, los hindúes en Delhi hacinados en las vías del tren, las mujeres y niños que me encontré en las canteras de la ciudad, miles de personas en la más absoluta pobreza, me llamaba. ¿Qué hacía yo viviendo en esta vida mía? ¿era mía? Pronto fue un traje que me quedó grande. Dios me fascinaba y me inclinaba ante su experiencia.

CUANDO REGRESÉ DE ASIA

Una vez, de regreso de mis viajes por Asia, sentí que lo difícil era mantener esa experiencia de viaje aquí, en nuestra sociedad llamada del bienestar. Así que me adentré en un bosque y construí
una cabaña de materiales naturales, con los ramajes y podas de los pinos. Leí a Clarissa Pinkola Estés, «La Resurrección». Ella hablaba en su libro de Ezequiel. Me sonó que era un libro de la Biblia.

En aquel silencio y soledad del bosque comencé a vivir un idilio con Dios, todavía muy lejos de la Iglesia Católica. Él me buscaba y yo le buscaba, él me encontró y me decía: «Tengo hambre de ti», y yo le escuchaba. Su llamada era fuerte… la Palabra de Dios iba calando en mí y cada vez tenía más necesidad de ella. 

Devoraba la Palabra pero no entendía nada, me hacía muchas preguntas, ¿qué querrá decir esto? ¿quién es este Abrahán? ¿qué descendencia? ¡pero si no estoy casada! ¿Qué Hijo único? ¿y a Ezequiel?, ¿Qué huesos secos? ¡Waoo… qué historias!

EL FRUTO

Conocí a la Comunidad de Hermanas Pobres de Santa Clara en Vivar del Cid a través de la celebración de los votos simples de una amiga. Ha sido desde ahí, desde donde se ha fraguado mi conversión: el contacto con la Palabra, la oración, la posibilidad de ofrecer el canto que recibimos para luego darlo. Esta experiencia de vivir al lado del monasterio me ha mantenido plenamente en lo que llamamos una «fructífera producción». Es el Espíritu Santo el que nos inspira a través de su Palabra. 

Me llama la atención cómo unas hermanas de clausura se convierten en madres espirituales que acompañan a las alejadas. Desde las vivencias experimentadas en ese tiempo y los frecuentes viajes que hacía del bosque al monasterio, fue el Señor trabajando en mi corazón. Construyó esa pequeña ermita de la Virgen María dentro de mí, porque es a través de ella que se fragua mi conversión.

«Sauraha, de India a Nepal», es mi primer disco. Este trabajo recoge muchas de las vivencias de India y Nepal, con un estilo pop, fusión de ritmos asiáticos con pop, baladas, etc. Parte de los beneficios de este cd han sido destinados a proyectos en India y Nepal con las ONG´s «Sonrisas de Bombay» y «Maiti Nepal». Hay cientos de canciones en un cajón, esperando salir a la luz o no, quién sabe lo que Dios quiere…pero ha sido tanta la vida recibida, que poco a poco, si está de Dios, iremos compartiendo con vosotros.

Ojalá se abran las puertas de tu corazón y las de tu casa para «incluir», como hizo Jesús, y no para «excluir» o prohibir la entrada en la Iglesia que el Señor te ha regalado para custodiar, no para que sea de «tu propiedad». El evangelio siempre será incluyente si lo llevamos a sus últimas consecuencias, nunca excluyente. Que nunca nos apropiemos de las personas, los lugares, las casas o los templos, ni de los movimientos o institutos. No nos apropiemos ni del Evangelio, ni de Dios.

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