Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 9 de abril de 2015

Teresa de Jesús y Carlos de Foucauld


Santa Teresa de Jesús, más conocida como Santa Teresa de Ávila, forma parte de nuestra familia. Porque ella fue para el hermano Carlos una estrella polar en su camino de discipulado del “bien amado hermano y señor Jesús”.

Carlos conoció la obra de la “Santa Madre” en 1888, gracias a un regalo de su prima Caterine de Flavigny. Él se sintió atraído por el libro de su “Vida” y después por el de las “Fundaciónes”.

Marguerite Castillon du Perron, una apasionada biógrafa del “ermitaño del Sahara” tiene algunas páginas estupendas para describir los efectos de este encuentro. 

Un comentario suyo de pocas líneas ayuda a comprender lo que estamos diciendo: “Teresa de Ávila ¿está viva o muerta? A los ojos de Carlos parece que este detalle no tiene importancia. Por todas partes, tanto cuando habla de ella como cuando la cita se manifiesta la íntima relación que les une. Los cuadernos y las cartas de Carlos son una constelación de citas tomadas de los escritos de Teresa. Apenas tiene un momento de tiempo, regresa a sus escritos, los medita y los absorbe hasta el punto de que más tarde, cuando quiere expresar su amor por Cristo, lo hace con ideas y palabras de ella, a veces citadas literalmente”.

Estas páginas sobre el encuentro entre el hermano Carlos de Foucauld 
y la madre Teresa de Jesús se encuentran en el capítulo “Un monje obediente” que habla del periodo que él pasó en la trapa. Pero ¿no serán exageraciones? Todos conocen la opinión del hermano Carlos, que dice que Jesús debe ser el “Único Modelo”. ¿Dónde queda su invitación a no seguir a otros maestros?

Sin embargo, en el periodo que pasa en Nazaret, el hermano Carlos continúa leyendo a santa Teresa, a la que añade san de Juan de la Cruz, y copia muchas páginas de sus escritos para las clarisas que le hospedaban. Recientemente he tenido la gracia de tener entre mis manos esos escritos y de leer su caligrafía, pequeña y clara.

Teresa lo ayuda y lo sigue en el desierto, ¿Hay una explicación plausible a esta relación?

¡Claro que sí! De hecho, hay más de una. En principio, es una cuestión de carácter: estamos ante dos personas que no desfallecen cuando toman una decisión. Dos personas de gran corazón. Dos convertidos.

Sí, porque también Teresa tuvo su “conversión” el día que se detuvo a mirar la imagen de Cristo muy llagado y se enamoró de la humanidad del Hijo de Dios. Y es precisamente la encarnación la que hace converger totalmente la teología espiritual de ambos, haciéndoles dos almas gemelas.

Teresa y Carlos son los dos discípulos de Jesús de Nazaret y también apóstoles que nos regalan historias muy distintas y sin embargo increíblemente parecidas.

Escrito por el hermano Álvaro, de los hermanitos de Jesús, y publicado en italiano aquí.

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