Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 27 de febrero de 2014

La Teología Espiritual


Después de haber hablado de la Teología Fundamental, de la Teología Sistemática y de la Teología Moral, hablamos hoy de la Teología Espiritual. Otro día hablaremos de la Teología Pastoral y de las otras disciplinas que completan los estudios eclesiásticos (Historia de la Iglesia y Derecho Canónico).

A partir de las enseñanzas de la Biblia y del ejemplo y doctrina de los santos, la Teología Espiritual estudia el dinamismo por el que el creyente asume personalmente los contenidos de la Revelación y de la Teología para desarrollar una vida cristiana en el Espíritu. Es la dimensión práctica de todas las demás materias, la que nos hace tomar conciencia de nuestra vocación y de los medios para realizarla: oración, identificación con Cristo, vida en el Espíritu, relación filial con el Padre, compromiso eclesial, estado de vida, etc.

San Pablo repite en sus cartas que, por el bautismo, se realiza en nosotros una verdadera recreación: «habéis sido lavados, santificados y justificados en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios» (1Cor 6,11). Ya se nos ha dado lo que un día esperamos alcanzar en plenitud: la filiación divina, la misma vida de su Hijo: «la señal de que ya sois hijos es que Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo» (Gal 4,6). Por eso insiste en que vivamos conforme a la dignidad que ya hemos recibido. 

Sus escritos son una continua invitación a vivir como hijos de Dios, guiados por el Espíritu, a apropiarnos de los sentimientos de Cristo, a revestirnos de la mente de Cristo: «Os pido que caminéis según el Espíritu... Si vivimos gracias al Espíritu, procedamos también según el Espíritu» (Gal 5,16-26). «No viváis como los no creyentes... Renovaos espiritualmente y revestíos del hombre nuevo... Sed, pues imitadores de Dios... a imitación de Cristo» (Ef 4,17-5, 2). «Tened los sentimientos que corresponden a quienes están unidos a Cristo Jesús» (Flp 2,5). «Despojaos del hombre viejo y de sus acciones, y revestíos del hombre nuevo que, en busca de una sabiduría cada vez mayor, se va renovando a imagen de su Creador» (Col 3,9-10).

El hombre «viejo» o «carnal» es el que se deja guiar por sus instintos: deseos de posesión, egoísmo, violencia, venganza, etc. 

El hombre «nuevo» o «espiritual» es el que es capaz de actuar de una manera distinta, que no corresponde a nuestra naturaleza, sino que es don del Espíritu: el compartir, la generosidad, el perdón, la misericordia, etc. 

El hombre viejo es el que refleja la figura del primer Adán, el hombre nuevo es el que se parece a Jesucristo en sus sentimientos y en su actuar.

Por lo tanto, la espiritualidad es la manera concreta en que los individuos y los grupos, dejándose guiar por el Espíritu Santo, asumen y realizan en su propio contexto el estilo de vida propuesto por Jesús. 

En principio, hay solo una espiritualidad cristiana (la que presenta los valores esenciales del cristianismo, para que sean acogidos vitalmente, experiencialmente).

Al mismo tiempo, hay muchas espiritualidades (porque los cristianos, que vivimos en el espacio y en el tiempo, somos limitados en nuestra capacidad de acoger el evangelio y vivimos nuestra fidelidad a lo esencial con mentalidades y modalidades diferentes, poniendo el acento en determinados misterios de nuestra fe, en la práctica de algunas virtudes o en actividades concretas, según la propia vocación). 

La Teología Espiritual reflexiona sobre el proceso de personalización de la vida cristiana en el Espíritu.

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