Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 22 de junio de 2013

San Juan Bautista y el solsticio de verano


La Iglesia celebra el nacimiento de san Juan Bautista el 24 de junio, tres días después del solsticio de verano en el hemisferio norte y del solsticio de invierno en el hemisferio sur. 

El solsticio no depende de la distancia de la tierra respecto al sol, sino de la inclinación de su eje. Por decirlo lo más sencillamente posible, como la tierra además de girar alrededor del sol rota sobre sí misma, cuando el Polo Norte está más inclinado hacia el sol, el hemisferio norte recibe los rayos del sol más directos y durante más horas y el hemisferio sur recibe sus rayos durante menos horas y con una inclinación mayor, por lo que calientan menos. Esto se nota menos en las zonas templadas del ecuador de la tierra, donde las horas de luz solar y las temperaturas permanecen casi iguales durante todo el año.

El cristianismo primitivo se desarrolló en el hemisferio norte (en los territorios que hoy pertenecen a Israel, Líbano, Egipto, Turquía, Grecia, Italia...), en un ambiente rural, que daba mucha importancia al sucederse de las estaciones agrícolas. Por eso unió sus fiestas religiosas a determinadas fechas del calendario.

El solsticio de verano es el día más largo del año. Parece que toda la naturaleza está en la plenitud, pero comienza un proceso imparable de decadencia, al principio imperceptible, en el que los días comienzan a decrecer y los campos entran en un periodo de descanso después de haber ofrecido sus frutos. En este día celebramos el nacimiento de san Juan Bautista, que tiene que disminuir para que Cristo crezca, como él mismo afirmó.

El solsticio de invierno es el día más corto del año. Pero a partir de entonces los días comienzan a alargarse, al principio de manera casi imperceptible, sin que nadie pueda hacer nada por detener el proceso, como la semilla que el sembrador depositó en el campo y que germina lentamente bajo la tierra. Ese día celebramos el nacimiento de Cristo, "sol que nace de lo alto", que viene a librarnos de las tinieblas.

Así Cristo se manifiesta como Señor del tiempo y de la historia. A Él la gloria por la eternidad. Amén.

Preciosa reflexión sobre la fiesta de san Juan aquí.

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