Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 19 de octubre de 2022

Santa Teresa, maestra de oración


Los escritos de santa Teresa han servido de estímulo y alimento para la vida espiritual de varias generaciones cristianas. Aquí les ofrezco una carta que ella no escribió, pero que está compuesta a partir de textos suyos, por lo que perfectamente la podemos leer como dirigida por ella a cada uno de nosotros, con su estilo directo e interpelante. Comenzamos como hace ella en su epistolario:

Jesús. El Espíritu Santo sea con vuestra merced.

La oración es la vida del alma

Hallándome yo en este palomarcico de la Virgen, a mi noticia ha venido su interés en las cosas del espíritu, de lo que he recibido mucho contento. Y ya que tanto me ha importunado para que le escriba algo de lo que yo entiendo sobre asuntos de oración, pongo aquí por seguido algunas de las cosas que tengo escritas en otros lugares, con la confianza de que quien lo leyere se aproveche para amar un poco más a nuestro Señor, a quien sea la gloria por los siglos. Amén.

Pues hablando de los que comienzan a ser siervos del amor (que no me parece otra cosa el determinarse a seguir por el camino de la oración al que tanto nos amó), es una dignidad tan grande que me regalo mucho de pensar que podemos tener un trato íntimo con Dios, que se rebaja de buena gana a tratar con sus siervos. Bien veo que no hay con qué se pueda comprar tan gran bien en la tierra, ya que la oración consiste en tratar nada menos que con Dios, que quiere comunicarse en este destierro con sus criaturas para hacerlas grandes mercedes. Si hacemos lo que podemos en disponernos para acoger los bienes que él quiere regalarnos en la oración, su Majestad nos abrirá los tesoros de su corazón, porque no se niega él a nadie que le busque con corazón sincero. [...]

Qué es la oración y sus cimientos

En cuanto a saber decir qué es la oración, no es otra cosa, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama. Cuando el alma ora, tiene amorosa conversación nada menos que con Dios, por lo que es bueno que advierta y considere mucho con quién está y quién es ella y qué es lo que dice, porque si no es así, no lo llamo yo oración, por mucho que menee los labios. No basta con recitar fórmulas aprendidas, como pueden hacer esos pájaros que repiten lo que escuchan, pero sin entender lo que dicen.

No crea que le han de faltar palabras para hablar con Jesús. Al menos, yo no le creeré, que basta tratarle como amigo y compañero y hermano, valiente capitán, siempre cercano a los suyos en la pelea. No es nada delicado mi Dios, ni mira en menudencias. Muchas veces gusta más su Majestad de la humildad de una pobre labradorcilla que si más supiese más dijese, que de muy elegantes razonamientos. No son tan importantes las cosas que le decimos como el caer en la cuenta de que estamos tratando con Dios mismo, que nos acoge en su compañía y nos hace miembros de su familia. En nuestra relación con él, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho. Así, lo que más os despertare a amar, eso haced. Y no necesitamos de palabras rebuscadas ni de elegantes razonamientos, sino que hemos de hablar al corazón de nuestro Esposo con humildad y sencillez. [...]

Los fundamentos de la oración

Quizás pensará que al hablarle de oración yo le enseñaré cómo debe sentarse o respirar, cuánto tiempo debe dedicar a su ejercicio y cómo dividirlo para ocuparlo bien. No es esa mi intención. Mejor le hablaré de los que yo considero que son los cimientos sobre los que se ha de levantar el edificio de la oración: el amor de unos con otros, el desasimiento de todo lo criado y la humildad (que, aunque la digo a la postre, es la principal). Que, si estos fallan, se vendrá abajo todo el edificio. Por eso, para que nuestra oración sea auténtica, hemos de acompañarla con la práctica de estas virtudes grandes. [...]

El conocimiento de sí

No le extrañe si le digo que esto del conocimiento propio es esencial. Y no solo en los inicios, sino en cada momento, que es el pan con el que hemos de acompañar todos los manjares en este camino. Y es que muchas veces no nos conocemos a nosotros mismos ni sabemos las grandes capacidades que Dios ha colocado en nosotros. Pues entonces, ¿cómo podremos desarrollarlas y ponerlas en práctica?

[...] Por eso, lo primero que hemos de hacer al orar es tomar conciencia de la grandeza y dignidad de nuestra alma, de sus inmensas capacidades, para hacerlas fructificar con la ayuda del Señor y así no quedarnos enanos.

Las distracciones en la oración

[...] Yo he sufrido mucho a causa de esto, porque me decían que mi oración no era auténtica si tenía distracciones. Pero he visto por experiencia que estas solo desaparecen totalmente en las últimas moradas, cuando el Señor las hace cesar. Por eso no hay que darles demasiada importancia ni permitir que nos quiten la paz. Tampoco hemos de dejar la oración cuando no podemos controlar todos los pensamientos. La solución es llevarlos con paciencia, ya que provienen de la debilidad de nuestra naturaleza humana, herida por el pecado. Como los pensamientos de la imaginación son cosa de nuestra pobre naturaleza, no deben inquietarnos ni afligirnos cuando no podemos controlarlos. Lo importante es perseverar buscando contentar en todo al Señor, aun con nuestras flaquezas.

Los grados de la oración

La oración es un arte, en el que podemos perfeccionarnos durante toda la vida. No piense que ha de practicarse siempre de la misma manera, sino que hemos de ir progresando siempre de bien en mejor.

Para explicarme voy a hacer uso de una comparación: el que comienza a orar ha de hacer cuenta que es como el que quiere plantar un huerto en una tierra abandonada, llena de piedras y malas hierbas. Con ayuda de Dios hemos de procurar, como buenos hortelanos, quitar del corazón las piedras y malas hierbas, que son nuestros pecados, y plantar las buenas, que son las virtudes. Hemos de procurar que crezcan estas plantas y tener cuidado de regarlas, para que no se pierdan, sino que vengan a echar flores que den buen olor, para que este Señor nuestro venga a deleitarse muchas veces a nuestro jardín y se encuentre allí a gusto.

Los que comienzan a tener oración son como los que sacan agua de un pozo. [...] La segunda manera de regar el huerto es sirviéndose de una noria, con su torno y arcaduces, que se saca más agua con menos trabajos. [...] La tercera forma de regar el huerto es cuando se tiene un río o un arroyo, que se encamina el agua por los surcos y se la deja que empape la tierra con poco trabajo del hortelano. [...] El cuarto grado de oración es como cuando llueve sobre el campo, que la tierra se moja más y el hortelano no trabaja nada. [...]

La unión de voluntades

En la oración, no todos tienen gustos, que los da su Majestad a quien quiere y cuando quiere. Será bueno que aquellos a quienes el Señor no da cosas tan sobrenaturales no queden sin esperanza, porque –con el favor de nuestro Señor– todos podemos alcanzar muy bien la verdadera unión si nos esforzamos en procurarla, queriendo cumplir en todo la voluntad de Dios. Esa es la unión que yo he deseado toda mi vida, la que siempre pido a nuestro Señor y la que es más clara y segura.

[...] Esto del amor es tan importante que debemos ir practicándolo en las cosas pequeñas y no dejarlo solo para las ocasiones extraordinarias. 

La perseverancia

[...] Cierto, hemos de orar en todas partes, mas es tanta nuestra flaqueza que será bien buscar algunos ratos de soledad y llevar concertados los tiempos que dedicamos cada día al Señor, y una vez comenzada la oración, no dejarla por cualquier nonada, sino perseverar hasta beber de las aguas de la vida que nuestro Señor nos promete. Comience, pues, con una determinada determinación, dedicando cada día un poco de su tiempo a estar en presencia del que tanto nos ama. Y no deje la oración jamás, por muchas sequedades, tropiezos y distracciones que el demonio le pusiere delante; que tiempo vendrá en que el Señor se lo pague todo junto. Y, pues nada se aprende sin un poquito de esfuerzo, dé por bien empleado este, que yo le digo que, por un momento que le dé el Señor a gustar su presencia, quedan pagados todos los trabajos que en buscar oración pasare. Ponga los ojos en Cristo y en todo lo que él ha pasado por amor a nosotros, y todo se le hará poco.

Quede vuestra merced con Dios y con la gloriosa Virgen María, nuestra Señora. Ella no estuvo un instante de su vida sin tratar de amores con su divino Hijo y así, ha de ser nuestra principal maestra de oración, junto con mi padre y señor san José, que tan íntimamente trató también a su Majestad en la tierra. Y manténgase en este camino, sin abandonar a mi Señor, que él mismo enseña que empezar es de muchos y perseverar de pocos; y en estos tiempos recios son menester amigos fuertes de Dios.

Quedo sierva de vuestra merced. Teresa de Jesús.

Texto tomado de mi libro "De la rueca a la pluma. Enseñanzas de Santa Teresa de Jesús para nuestros días". Editorial Monte Carmelo, Burgos 2015, páginas 127-145. Enlace a la reseña de la editorial aquí.

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