Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

lunes, 5 de septiembre de 2022

Santa Teresa de Calcuta (5 de septiembre)


De pequeña estatura, firme en su fe como una roca, a la madre Teresa de Calcuta le fue confiada la misión de proclamar la sed de amor de Dios por la humanidad, especialmente por los más pobres entre los pobres. “Dios ama todavía al mundo y nos envía a ti y a mí para que seamos su amor y su compasión por los pobres”. Fue un alma inflamada de amor a Cristo y ardiendo con un único deseo: “saciar su sed de amor y de almas”.

Así se presentaba ella: “De sangre soy albanesa. De ciudadanía, india. En lo referente a la fe, soy una monja católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”. 

La vida de Ganxhe Bojaxhiu (nombre de pila de la madre Teresa) comenzó en el seno de una familia católica albanesa, el 26 de agosto de 1910. Aprendió a orar de su madre, mujer de profunda fe. "No había cumplido aún 12 años cuando sentí el deseo de ser misionera". 

A los 18 años dejó su casa para irse a Irlanda, con las hermanas de Loreto. A los pocos meses fue enviada a la India, donde realizó el noviciado. Profesó en 1931. "De acuerdo con las constituciones de la congregación de Loreto, debía cambiar de nombre. Elegí llamarme Teresa, en honor de santa Teresa de Lisieux".

Durante 20 años se dedicó a la enseñanza de historia y geografía en la escuela Sta. María de Calcuta, adonde acudían chicas indias de clase alta. Pronto comenzó a enseñar también en un colegio para niñas pobres. Como era la directora del Sta. María, iba y venía, trabajando de día y de noche. 

Fue encargada de dirigir la formación de las hijas de santa Ana, religiosas que vivían según las usanzas bengalíes. Vestían el sari indio tejido en algodón pobre. Comían sentadas sobre la tierra, como en las aldeas de donde provenían. Rezaban y trabajaban sentadas sobre esterillas. Absorbió en gran parte el estilo de las monjas bengalíes y lo transmitió a sus monjas años más tarde, cuando creó las misioneras de la caridad.

Tal como ella misma escribió, el momento crucial para su vida se produjo "el 10 de septiembre de 1946, durante el viaje en tren que me llevaba al convento de Darjeeling para hacer los ejercicios espirituales. Mientras rezaba en silencio a nuestro Señor, advertí una llamada dentro de la llamada. El mensaje era muy claro: debía dejar mi convento y entregarme al servicio de los más pobres, viviendo entre ellos".

Ese día, la sed de amor y de almas se apoderó de su corazón y el deseo de saciar la sed de Jesús se convirtió en la fuerza motriz de toda su vida. Aquella iluminación interior le supuso numerosas complicaciones durante más de dos años, hasta que en 1948 pudo vestir por primera vez el sari blanco orlado de azul y atravesó las puertas de su amado convento de Loreto para entrar en el mundo de los más pobres.

Sin tener claro lo que tenía que hacer, se dirigió a los barrios más miserables. Visitó a las familias, lavó las heridas de algunos niños, se ocupó de un anciano enfermo que estaba tendido en la calle y cuidó a una mujer que se estaba muriendo de hambre y de tuberculosis. Comenzó a recoger a los moribundos de las calles y a trasladarlos sobre sus espaldas a un lugar donde pudieran morir en paz y dignidad. También abrió un orfanato y daba clases a los niños, usando las aceras como pupitres y el suelo como pizarra.

Comenzaba cada día entrando en comunión con Jesús en la eucaristía y salía de casa, con el rosario en la mano, para encontrar y servir a Jesús en “los no deseados, los no amados, aquellos de los que nadie se ocupa”. Unió su vida a Calcuta y a la India y en 1949 solicitó y obtuvo la nacionalidad de este país.

Gradualmente, otras mujeres se le unieron de modo que, en 1950 recibió la aprobación oficial para fundar una congregación de religiosas, las misioneras de la caridad, que se dedicarían a servir a los más pobres entre los pobres. En la década de los 60 abrió otras casas en distintas ciudades de la India y, a partir de 1965, también en otros países: Venezuela, Italia, Tanzania, Estados Unidos, Rusia, China, Albania, Cuba...

También fundó una rama masculina de su instituto: los hermanos misioneros de la caridad, así como una rama contemplativa de hermanas y otra contemplativa de hermanos, que sostienen con su oración el trabajo de las misioneras y de los misioneros. 

Entre los seglares, creó los colaboradores de madre Teresa y los colaboradores enfermos y sufrientes, personas de distintas creencias y nacionalidades, con los cuales compartió su espíritu de oración, sencillez, sacrificio y su apostolado basado en humildes obras de amor. Este espíritu inspiró posteriormente a los misioneros de la caridad laicos. 

En respuesta a las peticiones de muchos sacerdotes, madre Teresa inició también el movimiento sacerdotal Corpus Christi, para aquellos sacerdotes que desean compartir su carisma y espíritu.

Toda la vida y el trabajo de madre Teresa fue un testimonio de la alegría de amar, de la grandeza y de la dignidad de cada persona humana, del valor de las cosas pequeñas hechas con fidelidad y amor, y del valor incomparable de la amistad con Dios. 

Pero existía otro lado heroico de esta mujer que salió a la luz solo después de su muerte. Oculta a todas las miradas, oculta incluso a los más cercanos a ella, su vida interior estuvo marcada por la experiencia de un profundo, doloroso y constante sentimiento de separación de Dios, incluso de sentirse rechazada por él, unido a un deseo cada vez mayor de su amor.

Ella misma llamó “oscuridad” a su experiencia interior. La “dolorosa noche” de su alma, que comenzó más o menos cuando dio inicio a su trabajo con los pobres y continuó hasta el final de su vida, condujo a madre Teresa a una cada vez más profunda unión con Dios. Mediante la oscuridad, ella participó de la sed de Jesús (el doloroso y ardiente deseo de amor de Jesús) y compartió la desolación interior de los pobres.

La madre Teresa de Calcuta falleció el 5 de septiembre de 1997. Sus hijas son hoy unas 4000, repartidas en 120 países de todo el mundo. Fue beatificada el año 2003 y canonizada el 2016.

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