Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

lunes, 13 de junio de 2022

Corpus Chisti: Historia y espiritualidad


Una vez terminadas las fiestas de Pascua, tras la celebración de Pentecostés y del domingo de la Santísima Trinidad, nos disponemos para la solemnidad del Corpus Christi, en la que veneramos el admirable misterio de nuestra fe: Jesucristo se hace realmente presente en la eucaristía para ser nuestro alimento. Normalmente, la fiesta se acompaña de manifestaciones populares de fe en honor de Jesús Sacramentado: solemnes exposiciones del Santísimo y procesiones por las calles.

1. Historia

La primera eucaristía fue celebrada por Jesús en la última cena. Él mismo nos mandó que siguiéramos celebrándola "en memoria suya". Por eso, desde los orígenes del cristianismo, la eucaristía ha sido venerada como la fuente y el culmen de la vida cristiana. Al principio, solo se celebraba los domingos, después se generalizó la costumbre de celebrarla a diario. Las formas externas, los formularios, los cantos... han cambiado a lo largo de los siglos, pero no la fe de la Iglesia en la presencia real de Cristo en este sacramento.

El origen de una fiesta específica para honrar a Jesús sacramentado está en el movimiento popular de afirmación de la fe en el Santísimo Sacramento, que se extendió en Occidente durante el siglo XI, como respuesta a una herejía que negaba la presencia real de Cristo en la eucaristía.

La fiesta se celebró por primera vez en 1246, en la ciudad belga de Lieja. El papa Urbano IV la extendió a toda la Iglesia latina en 1264, tras el milagro eucarístico de Bolsena, conservado hasta el presente en Orvieto. Por entonces, santo Tomás de Aquino compuso los himnos y el oficio litúrgico del día.

La procesión adquirió gran importancia a partir del s. XIV, con la creación de hermosas obras de orfebrería y carros procesionales, llegando a ser la manifestación religiosa más popular del catolicismo. Hasta el punto de que en muchos sitios esta fiesta sigue siendo llamada, sencillamente, «el día del Señor» o «la fiesta del Señor».

A partir del siglo XVI, como respuesta a los ataques protestantes, que reducían la presencia del Señor en la eucaristía a algo simbólico, se terminó convirtiendo en el principal signo de identidad de los católicos, que multiplicaron los actos de devoción al Santísimo Sacramento, creándose importantísimas obras de arte relacionadas con el culto eucarístico.

2. Espiritualidad

La última reforma litúrgica denominó a esta fiesta «solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo». Las oraciones presentan la eucaristía como memorial de la pasión del Señor, sacramento que une a los fieles con Cristo y entre sí, y pregustación del banquete eterno.

Los católicos creemos en las palabras de Jesús, que dice: "Esto es mi Cuerpo... Esta es mi Sangre". Por eso, sabemos que él está realmente presente en el pan y en el vino consagrados: su cuerpo, su alma, su humanidad y su divinidad. Es Jesús resucitado el que se hace presente para nosotros y se nos entrega como alimento de vida eterna.

Benedicto XVI enseñó que, más allá del contexto histórico en el que nació, el Corpus «constituye una importante cita de fe y de alabanza para toda comunidad cristiana […]. Es una fiesta instituida para adorar, alabar y dar públicamente gracias al Señor, que en el Sacramento eucarístico sigue amándonos “hasta el extremo”, hasta el don de su cuerpo y de su sangre» (Homilía, 07-06-2007).

El papa Francisco, por su parte, nos recuerda que «la eucaristía es el corazón palpitante de la Iglesia, la genera y regenera, la reúne y le da fuerza. La eucaristía nos prepara también un puesto arriba, en la eternidad, porque es el Pan del cielo. Viene de allí, es la única materia en esta tierra que sabe realmente a eternidad. Es el pan del futuro, que ya nos hace pregustar un futuro infinitamente más grande que cualquier otra expectativa mejor. Es el pan que sacia nuestros deseos más grandes y alimenta nuestros sueños más hermosos. Es, en una palabra, la prenda de la vida eterna: no solo una promesa, sino una prenda, es decir, una anticipación, una anticipación concreta de lo que nos será dado. La eucaristía es la "reserva" del paraíso; es Jesús, viático de nuestro camino hacia la vida bienaventurada que no acabará nunca» (Homilía, 03-06-2018).

Preparémonos para vivir con devoción esta fiesta tan entrañable. Alabado sea Jesús Sacramentado. Por siempre sea bendito y alabado.

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