Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

domingo, 21 de agosto de 2022

El Cantar de los cantares (1) Presentación y argumento


«El mundo entero no vale lo que el día en que le fue dado a Israel el Cantar de los cantares. Todos los escritos inspirados son santos, pero el Cantar de los cantares es el santo de los santos» (Yadayim 111,5).

«Cantar de los cantares» es una traducción, al pie de la letra, del título hebreo Shir Hashirim, que es una forma superlativa. Sería más correcto traducirlo como «El Cantar más hermoso» o «El mejor Cantar», pero también es bueno conservar la forma tradicional para no crear confusión, siempre que tengamos en cuenta su significado. 

El libro trata de temas populares (los enamorados que se buscan, los desencuentros, las dificultades para unirse, las descripciones de la persona amada…), muy comunes en las poesías y en los cantos de amor de la antigüedad y de todos los tiempos. 

Pero lo hace usando imágenes muy elaboradas, lo que habla de un autor (o de varios) de gran cultura y sensibilidad, un verdadero poeta, capaz de transmitir sentimientos profundos con sus palabras. 

La redacción final es del siglo III a.C., después de que los judíos volvieron del exilio de Babilonia. Se puede comprobar fácilmente, porque el texto hebreo tiene palabras y expresiones tomadas del arameo e incluso del persa y del griego.

El libro está compuesto por cinco largas canciones relacionadas con la alegría del amor y con los festejos de las bodas. 

Algunos versos mencionan a los esposos, el velo de la esposa (que se usaba en la ceremonia de la boda), así como las flores y las ramas de cedros y cipreses con las que las amigas de la novia adornaban la casa con motivo del matrimonio. 

Los poemas describen el amor mutuo entre unos enamorados que se buscan, se encuentran, se alejan temporalmente y se vuelven a encontrar, movidos por un profundo deseo de mutua pertenencia. 

El joven pide a la muchacha que vaya a reunirse con él, y su deseo es tan ardiente como la primavera. 

La naturaleza se hace cómplice: las flores se multiplican, la tórtola hace oír su arrullo en el campo y el sol madura los frutos.

Mañana, si Dios quiere, más. Feliz día.

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