Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 19 de noviembre de 2021

19 de noviembre. San Rafael Kalinowski de san José, o.c.d.


José Kalinowski
nació en el seno de una importante familia polaca en Vilna (Lituania), el año 1835. Estudió en el colegio de nobles de Vilna, del que su padre era director. Continuó con estudios superiores en el instituto superior de agronomía y en la academia militar de ingenieros del zar de Rusia, en San Petersburgo. Fue profesor de matemáticas en la misma academia y ejerció como ingeniero en varias obras importantes en Rusia y en Bielorrusia. Alcanzó el grado de capitán de estado mayor del ejército ruso.

Escribe de sí mismo que "no fue capaz de llevar más el uniforme del ejército ruso, mientras su corazón se despedazaba, sabiendo que  se  derramaba  la  sangre  de sus connacionales". Participó en el movimiento de liberación de Polonia y fue nombrado ministro de guerra, a pesar de su oposición a la misma, ya que él conocía bien el poder del ejército ruso y la falta de medios de sus connacionales. "Demasiado clara era la visión interior de la lucha de un pueblo desarmado contra la fuerza del gobierno ruso, que contaba  con un poderoso ejército", escribió en sus memorias. Por eso, añade, "Mi esfuerzo se dirigía, sobre todo, a llevar ayuda y, donde era posible, a salvar vidas humanas".

A pesar de que él hizo lo posible para evitar la guerra, cuando los polacos fueron vencidos, fue condenado a muerte. De todas formas, debido a la gran estima que todos le tenían, para evitar convertirlo en mártir de su pueblo, los rusos le cambiaron la condena a muerte por diez años de trabajos forzados en Siberia. 

Debido a las duras condiciones, normalmente los prisioneros morían a los pocos meses de llegar, pero él aguantó, consolando a sus compañeros de suplicio y ayudándoles a permanecer firmes en la fe. Allí escribió: "Fuera de la oración, no tengo nada que ofrecer a mi Dios. No puedo ayunar, no tengo prácticamente nada para dar en limosna, me faltan las fuerzas para trabajar. No me queda nada más que orar y sufrir. Pero jamás tuve tesoros tan grandes y valiosos como estos".

Vuelto del destierro, fue nombrado preceptor del príncipe heredero de Polonia, cargo que ejerció durante tres años en París. Con él viajo a distintas localidades de Francia, Suiza, Italia y Polonia. Su influjo en el joven Augusto Czartoryski fue tan fuerte que se hizo religioso y hoy es beato de la Iglesia.

En 1877, a los 42 años, José Kalinowski entró como novicio en los carmelitas descalzos de Austria, tomando el nombre de Rafael de San José. Estudió filosofía y teología en Hungría. 

Cuando terminó los estudios, fue enviado a Czerna, al único convento de los carmelitas descalzos que quedaba en Polonia. Allí formó a nuevos aspirantes, reorganizó la orden tercera, revitalizó los monasterios de carmelitas descalzas, reunió lo que quedaba de los archivos de los antiguos conventos suprimidos, publicando cuatro volúmenes de documentos con el título "Crónicas carmelitanas". También publicó otros libros sobre la Virgen María, santa Teresa de Jesús y otros argumentos de vida carmelitana, y tradujo otras obras del francés al polaco. Fundó nuevos conventos de frailes en Ucrania y en Polonia, en Wadowice. Allí se confesaban con él los padres del futuro san Juan Pablo II, que tuvo una relación estrecha con dicho convento.

Singularmente devoto de la Virgen María, escribió: "Para los religiosos y monjas carmelitas, honrar a la Virgen santísima es de capital importancia. Y nosotros la amamos de veras solo cuando nos esforzamos en imitar sus virtudes, especialmente su humildad y su recogimiento en la oración".

Su amor a la Virgen María iba unido a su tierna devoción hacia san José, del que escribió: "La confianza en la poderosa intercesión de san José, padre y tutor de Jesús, confianza inspirada y hecha vida por nuestra madre santa Teresa, eleva el espíritu de devoción y ofrece el bálsamo de la confiada espera a los fieles que están en necesidad".

Se distinguió por su vida austera, su oración constante y la incansable dedicación al ministerio de la confesión y a la dirección espiritual. Acudían a él tanto católicos como ortodoxos en busca de consejo. Él estaba convencido de que todos los cristianos estamos llamados a la santidad y de que cada uno debe vivirla en su propio estado de vida, en sus actividades cotidianas. Por eso escribió: “No podemos dudar de que Dios, en su misericordia, ha destinado un deber a cada uno, que debe cumplir en este mundo. Si quieres ser santo, ser perfecto, sé un fiel ejecutor de tus deberes”.

Habiendo viajado por tantos países de Europa, conocía perfectamente las divisiones de los cristianos entre católicos, ortodoxos y protestantes, lo que le causaba un gran sufrimiento. Además, sufrió la persecución por ser católico y vivió como un drama que se obligara a los católicos de rito bizantino a hacerse ortodoxos, pero nunca guardó rencor hacia nadie. Al contrario, siempre oró y trabajó por la reconciliación de los cristianos y la unión de todos los creyentes en Cristo. Escribió: "El libro de las vidas de los santos me clarificó bastante el horizonte. Me ocurrió encontrar en ellos una nota sobre la Orden  de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, de su existencia primero en Oriente y de su traslado después al Occidente. Me vino a la mente: he aquí una Orden que debe reconducir a la unión con la santa Iglesia a los que han pasado al cisma" y en otra ocasión: "No puedo librarme del pensamiento de que el buen Dios me permita, con su santa gracia, trabajar desde el Carmelo de nuestra Señora por la unidad de la Iglesia".

Murió de tuberculosis en 1907. Fue beatificado en 1983 y canonizado en 1991.

Oración colecta. Oh Dios, que concediste a san Rafael espíritu de fortaleza en las adversidades y extraordinario celo de caridad para promover la unidad de la Iglesia; concédenos, por su intercesión, ser fuertes en la fe y amarnos unos a otros para colaborar generosamente en la unión de todos los fieles en Cristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Oración de los fieles. Presentemos nuestras súplicas a Dios Padre misericordioso, sabiendo que interceden por nosotros san Rafael Kalinowski y todos los santos.

Por la unidad de todos los cristianos; para que seamos en el mundo un testimonio de servicio a Cristo y a los hermanos. Roguemos al Señor. Te rogamos, óyenos.

Por los que trabajan en la administración pública y en el ejército; para que, siguiendo el ejemplo de san Rafael, busquen siempre el mejor servicio a los ciudadanos. Roguemos al Señor. Te rogamos, óyenos.

Por los exiliados y encarcelados; para que Dios sea su auxilio y los confirme en la esperanza. Roguemos al Señor. Te rogamos, óyenos.

Por nosotros; para que el ejemplo de santidad con el que san Rafael Kalinowski iluminó a la Iglesia sea también luz para los que celebramos hoy su memoria. Roguemos al Señor. Te rogamos, óyenos.

Oh Dios, Padre de todos, escucha nuestras peticiones y haz que siendo verdaderos discípulos llevemos nuestra cruz de cada día detrás de Cristo, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Oración sobre las ofrendas. Dios de bondad, que en san Rafael has querido destruir el hombre viejo y crear en él un hombre nuevo a tu imagen; concédenos, por sus méritos, ser renovados por ti, como él lo fue, para que podamos ofrecerte un sacrificio que te sea agradable. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Oración después de la comunión. Padre celestial, te rogamos que, fortalecidos por este sacramento, aprendamos a buscarte sobre todas las cosas a ejemplo de san Rafael, y a ser nosotros, mientras vivamos en el mundo, imagen del hombre nuevo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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